sábado, 31 de marzo de 2012

LA SEMANA SANTA

   
    Hoy es Domingo de Ramos, la celebración de la victoria y la aceptación de la vedad. No nos pasemos esta Semana Santa lamentando su crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubilosamente su liberación. Pues la Pascua de Resurrección es el signo de la paz, no del dolor. Un Cristo asesinado no tiene sentido. Pero un Cristo resucitado se convierte en el símbolo de que el Hijo de Dios se ha perdonado a si mismo; en la señal de que se considera a si mismo sano e integro.
      Esta semana empieza con ramos y termina con azucenas, el signo puro y santo de que el Hijo de Dios es inocente. No permitas que ningún signo lúgubre de crucifixión se interponga entre la jornada y su propósito, entre la aceptación de la verdad y su expresión. Esta semana celebramos la vida , no la muerte. Y honramos la perfecta pureza del Hijo de Dios, no sus pecados. Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el regalo del Miedo. Te encuentras a su lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra indeciso con respecto a cual le vas a dar. Únete a mí ahora, deshazte de las espinas y, en su lugar, ofrécele las azucenas. Lo que quiero esta Pascua es el regalo de tu perdón, que tu me concedes y yo te devuelvo. No podemos unirnos en la crucifixión ni en la muerte. Ni tampoco puede consumarse la resurrección hasta que tu perdón descanse sobre Cristo, junto con el mío.
    Una semana es poco tiempo sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada que el Hijo de Dios emprendió. El comenzó con el signo de la victoria, la promesa de la resurrección, la cual ya se le había concedido. No dejes que caiga en la tentación de la crucifixión ni que se demore allí. Ayúdale a seguir adelante en paz mas allá de ella, con la luz de su propia inocencia alumbrando el camino hacia su redención y liberación.
 
     No le obstruyas el paso con clavos y espinas cuando su redención esa tan cerca. Deja, en cambio, que la blancura de tu radiante ofrenda de  azucenas lo acelere en su camino hacia la resurrección.
     La Pascua no es la celebración del costo del pecado, sino la  celebración de su final. Si al mirar entre los níveos pétalos de las azucenas que has recibido y ofrecido como tu regalo vislumbras tras el velo la faz de Cristo, estarás contemplando la faz de tu hermano y reconociéndola. Yo era un extraño y tu me acogiste, a pesar de que no sabias quien era. Más lo sabrás por razón de tu ofrenda de  azucenas. En el perdón que le concedes a ese forastero, que aunque es un extraño para ti, es tu Amigo ancestral reside su liberación y tu redención junto con el. La temporada de Pascua es una temporada de júbilo, no de duelo. Contempla a tu amigo resucitado y celebra la santidad junto conmigo. Pues la pascua es la temporada de tu salvación, junto con la mía.

Tomado del curso del Milagro. Capitulo 20. La visión de la Santidad.

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